"Una sala pequeña. Un velo transparente que separa el mundo de las criadas, del otro mundo, el de la señora, el mundo que se puede ver, pero no tocar.
Dos criadas, dos actores, que no trabajan sobre “lo femenino” sino sobre “la opresión” en la que no se diferencian géneros en los discurso del autor.
Ruidos ensordecedores, voces del ama que se repten incisamente y se deforman, pero que están omnipresentes en la habitación de “sus criadas”.
Hay durante toda la obra, climas, pausas, tensiones que demuestran el trabajo de sostenimiento de la directora del texto. Que puso todo su trabajo, como los actores y el escenógrafo y el músico. Que no se “descansaron” sobre el texto del autor.
La sensación de lo siniestro, va acompañando la obra .La sensación de un malestar que se hace sensación física de “cosa revuelta” . Allí hay dos seres que no pueden salir de ese encierro que no les reconoce los nombres, por lo tanto la identidad.
Son “criadas”.
Y la tensión del “extrañamiento” que provoca la presencia del amo/a. Con el actor que interpreta y luce el texto, sin ninguna tonalidad de género, pero con la mordacidad de las palabras que aturden de sometimiento."
Ana Allaria
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